domingo, 24 de marzo de 2013

UN DÍA PARA NO OLVIDAR



Después de 28 años volví a mi pueblo, en su día grande.
No puedo describir la emoción que sentí al ver a mi Cristo por sus calles, esas calles en las que di mis primeros pasos y que tan pronto dejamos para comenzar una nueva vida lejos.
Todos los años, ese día, estuviésemos donde estuviésemos  volvíamos toda la familia.
Mi padre se pedía el día libre y con nuestros trajes recién comprados nos dirigíamos, todos emocionados, a Órgiva para asistir a la Procesión del Señor de la Expiración.
A las seis de la tarde con el Cristo aún en la Iglesia, en la plaza empezaba arder la pólvora.
Recuerdo el ruido ensordecedor de los cohetes, el suelo moviéndose bajo mis pies, mi mano sujetando fuertemente la de mi padre, mi hermana abrazada a mi madre y mi hermano haciendo fotos.
Esa escena la vivíamos año tras año hasta que mi padre partió.
En ese momento la tradición se rompió, como tantas y tantas otras cosas.
Este año he vuelto con mis amigas, mi madre y mi hermano también partieron y a mi hermana le fue imposible ausentarse del trabajo.
Ellas me acompañaron, me arroparon y gracias a ellas no me sentí sola.
Todo ha sido distinto porque la vida es distinta, porque yo soy distinta.
Mi fe ha madurado al igual que yo y hay tantas y tantas cosas que veo y siento de otra forma  pero hay dos que siguen siendo iguales, mi amor por Cristo y el amor que siento por mi familia.
Esa familia que amo aunque esté muy lejos y nos veamos de tarde en tarde.
Pero ésta es otra historia, la historia de un encuentro y os la contaré mañana.
                                          
                                                       m




lunes, 11 de marzo de 2013

UN MAL INSTANTE

                                                     
Era un día como otro cualquiera, la mañana había transcurrido de forma normal, venías del trabajo contenta, de forma rápida y ágil ordenabas tu hogar.
Aparentemente todo estaba bien.
Pero entonces,  pasó……
El alma se te cayó a los pies.
El mundo por enésima vez se te derrumbó y un mal pensamiento tu mente cruzó.
Pánico me da saber que esa opción valoraste pero aún más que la ibas a ejecutar.
No lo entiendo, no entiendo que esto te pase a ti.
Precisamente ahora, cuando estabas más tranquila, cuando tu situación ya afrontaste, cuando caminas con paso firme.
No lo entiendo, no entiendo que esto te pase a ti.
Tú que consideras la vida el regalo más maravilloso que Dios nos pudo dar.
Tú que piensas que se debe luchar hasta la última milésima de segundo por vivir, que nunca se debe tirar la toalla, que siempre hay que buscar la felicidad y vivir a tope lo que la vida te da.
No lo entiendo, no entiendo que puedas ni por instante pensar en eso.
Qué hubiese pasado si no hubieses recibido esa llamada inesperada en ese instante.
Quizás aún no ha llegado tu hora, quizás sea verdad que Dios unió vuestros caminos y que éste fuese uno de sus motivos.
Ella debía llamarte, en ese mismo instante.
Tengo tanto miedo de pensar en lo ocurrido.
Pero estoy segura que ha sido sólo eso, ”un mal instante” que no se va a repetir.
Yo te conozco, sé quién eres, lo que hay en tu corazón, lo que piensas, lo que deseas y lo que te hace feliz por eso sé que sólo ha sido “un mal instante”.

                                                               m
                

lunes, 4 de marzo de 2013

DUDAS



Hace años, alguien muy cercano e importante para mí me dijo estas palabras: “No necesitas buscarlo, Él te encontrará“.
Hace poco volví a oír esta misma frase e hizo que se me removieran las entrañas y en mis adentros algo se derrumbó al igual que una torre de naipes.
Los años han transcurrido y con ellos mi vida ha cambiado pero algo sigue igual “Yo no siento que Él me haya encontrado”.
Es cierto que todos los días hablo con Él, que hace mucho tiempo aprendí a no pedirle nada, a sólo darle las gracias por regalarme lo que tengo y a no reprocharle por aquello tan valioso que perdí.
“Pero yo a Él, no lo escucho”.
A mi alrededor hay personas que están tan seguras, no tienen dudas, están totalmente convencidas de que sus actos son sus mandatos y que Él está detrás de todo lo que hacen.
Su seguridad me abruma y me crea inseguridad, “yo no siento eso”.
Siempre he pensado que si puedo hacer algo que ayude a alguien a estar o sentirse mejor, mi deber como persona es hacerlo pero “yo no siento que Él me lo mande”.
Esto me perturba sobre todo cuando escucho las vivencias de los demás y me hace sentir indigna de estar junto a ellos.
Y pienso: Cómo Él se va a fijar en mí!!
En alguien tan insignificante, tan imperfecto.
En alguien que sabe que se aleja día a día más de Él por no poder cumplir uno de sus más importantes mandatos.
Yo sé que Él me perdona pero “me ayudará a que yo perdone, me permitirá escucharle”
Sólo puedo decir: “Señor, yo creo pero aumenta mi fe”
                             
                                           m